Revitalizando el medio rural de la mano de la truficultura y la tecnología
El descubrimiento de la agricultura supuso un hito en la evolución de la humanidad. Sin su concurso, posiblemente nos hubiésemos extinguido hace tiempo, incapaces de proveernos del alimento diario que necesitamos (hay una cita de la escritora Brenda Schoepp que resume a la perfección este indiscutible hecho: «Mi abuelo solía decir que una vez en la vida necesitarás a un medico, a un abogado, a un policía y a un sacerdote pero cada día, tres veces al día, necesitarás un agricultor»).
Sin embargo, las actuales prácticas agrícolas poco o nada tienen que ver con las que desarrollaban nuestros abuelos, ya que en muchos casos, de una agricultura de subsistencia se ha pasado a una actividad industrial gestionada por cooperativas y organizaciones. Las pequeñas explotaciones labradas de forma casi artesanal, a excepción, quizás, de algunas iniciativas relacionadas con la agricultura ecológica, hace tiempo que perdieron su atractivo y dejaron de ser rentables, motivando la emigración hacia las ciudades en busca de mejores oportunidades para medrar.
Aquellos que, no obstante y a pesar de las dificultades, han decidido vincular sus vidas al medio rural, intentan desarrollar fuentes de ingresos alternativos que les permitan mirar al futuro con cierta dosis de tranquilidad. Una de estas actividades es el cultivo de trufas, conocida como truficultura, explotación introducida en España en los años 70 del siglo XX y que resulta una alternativa rentable en ciertas zonas de media montaña con presencia de suelos calizos, según un artículo de 1999 publicado en el número 3 de la Revista de Desarrollo Rural y Cooperativismo Agrario de la Universidad de Zaragoza.
Las trufas, tal y como describen en la web Trufamanía, «son hongos subterráneos que viven asociados a las raíces de algunos árboles, principalmente encinas y robles». Para el desarrollo de la trufa, los pies arbóreos deben someterse a un proceso de micorrización, es decir, deben ser inoculados con el hongo. Obviamente, estos requerimientos hacen que la inversión inicial sea elevada, no resultando una explotación en «plena producción» hasta pasados 10 o 15 años de la plantación.
Teniendo en cuenta, por tanto, que se trata de un negocio a largo plazo, conviene que el agricultor cuide con mimo su plantación. Es durante la gestión del cultivo donde las nuevas tecnologías agrícolas encuentran su nicho, siendo uno de los ejemplos la app móvil y web app Tubera. Esta aplicación creada por la empresa Codesian (aquí puedes ver el tríptico en pdf) permite la recopilación de datos sobre la parcela, los árboles (identificados de forma individual a través de códigos QR), los tratamientos dispensados, etc., actividad que se complementa con el uso de drones y sensores que recogen información sobre las condiciones del suelo (humedad, fitosanitarios, etc.) y la plantación en tiempo real (si deseas ver su funcionamiento, Codesian dispone de una demo interna a disposición de los clientes, aunque también puedes hacerte una idea del sistema a través de los vídeos que tienen colgados en su canal de Youtube, uno de los cuales puedes ver a continuación).
En una línea similar, la empresa Micología Forestal & Aplicada ofrece un servicio para la generación de mapas de producción de trufas, aunque no incluye aplicaciones móviles o plataforma web para la visualización de los datos, siendo la propia empresa la encargada de crear el mapa a través de un sistema de información geográfica en base a los datos recogidos por los agricultores con GPS.
¿Qué ventajas tiene la utilización de este tipo de sistemas? Sin duda, una de las más importantes es disponer de información en base a la cual tomar las decisiones más apropiadas, pudiendo analizar, por ejemplo, las distintas variables que condicionan el cultivo, generar informes, consultar datos históricos o hacer un seguimiento personalizado de los árboles, maximizando de esta forma el rendimiento del cultivo y la inversión realizada.
Imagen: Moi-même public domain